¿De qué tenemos hambre cuando sentimos ciertas emociones?



En post anteriores ya os comenté la diferencia entre sentir hambre fisiológica (real) o hambre emocional. Y sobre todo, cómo identificar cada una de ellas en nosotr@s, parándonos a observar qué sensaciones teníamos antes, durante y después de comer. Hoy voy a ir un pasito más allá y os voy a detallar qué nos acostumbra a "pedir el cuerpo" cuando nos encontramos en uno de esos momentos donde sentimos hambre emocional.

Como ya os comenté, a través de la comida acostumbramos a tapar muchas emociones. Es una de nuestras válvulas de escape más utilizadas cuando no sabemos gestionar correctamente nuestro estado anímico. Pero, ¿realmente nos apetece cualquier cosa en esos momentos?. No!. Es verdad que cuando llega ese hambre emocional parece que no hay ningún tipo de control y te comerías lo que sea. Y a veces, sucede. Pero en realidad nuestro cuerpo "sabe" lo que necesita y por qué quiere esto en vez de aquello. Y ahora te lo explico.

Recordemos que el hambre emocional llega de repente, no puede esperar y tiene antojo o apego a ciertos alimentos específicos. No pueden ser otros ni admite posponer su ingesta. ¡Lo quiero aquí, ahora y me apetece "esto"!. Ya vimos que es un hambre que "tapa" emociones no gestionadas correctamente, creyendo que comiendo cierto alimento, va a paliar y a cubrir esa necesidad. Y es verdad que en un primer momento logra "calmar", pero como es un "parche" temporal, no es la solución real. En muchos casos, acostumbran a ser carencias de algún tipo. Veamos de forma breve las situaciones más frecuentes:


  • Necesidad de alimentos calóricos: 
Seguro que habéis escuchado más de una vez eso de: "me apetece algo con sustancia/chicha"..... Esto es muy sintomático. Se refiere a la apetencia de comida calórica, densa, que sacie, concentrada, con potencia y de energía rápida. Acostumbra a aparecer en momentos donde nos sentimos aplacados o bajos de moral por alguna circunstancia. Y es cuando necesitamos ese plus de energía para continuar "tirando" durante el día. Aquí es donde los alimentos procesados más calóricos suelen estar muy presentes.

  • Necesidad de picantes:

 Estos sabores se asocian al entusiasmo, a la alegría….De hecho, hasta nuestro refranero tiene expresiones que se refieren a ello: “ponerle picante a la vida” es ponerle esa “chispa” que buscamos o que tenemos y queremos mantener. Incluso, para muchas personas es “adictivo” porque un exceso de picante puede hacernos llorar. Y de forma emocional puede ser una evasión en tanto a mantener una situación excitante que estamos sintiendo y no queremos que acabe, o bien, la otra polaridad. Estamos tristes y necesitamos emociones intensas para sentirnos vivos. Pero no deja de ser en ambos casos, una tapadera para camuflar miedos o frustraciones interiores a hacer algo. Ese “algo” que sí nos da el picante del alimento y que por un ratito, nos espolea.

  •  Necesidad de horneados y dulces
Uno de los antojos por excelencia, y de los que más sentimientos de culpa generan después de ingerirlos. Son muy habituales en personas que sienten, que les "falta algo" más amoroso en sus vidas. Cuando sentimos soledad y tristeza o falta de amor y autoestima. Se busca el carbohidrato rápido para generar la energía instantánea y ese dulzor extremo para paliar el que no encuentran en sí mism@s. Los dulces son “el abrazo” que no tenemos en ese momento y que tanto necesitamos cubrir. 

  • Necesidad de salados:
La sal activa el movimiento del agua en el organismo por efecto osmótico, por ello, las personas que necesitan alimentos con tendencia salada es una forma inconsciente de manifestar su “inquietud”  o "necesidad de movimiento" interior. Necesitan ese punto de activación que no logran encontrar en ellas mismas. Esa motivación que saben que necesitan para emprender algo. 

  • Necesidad de crujientes:
Las personas que sienten la necesidad de comer algo crujiente, no es tanto por su sabor, sino precisamente por sentir el “crunch”. Y ese “crunch” es una forma de canalizar la ira/enfado reprimid@s. Es una necesidad de hacer movimientos bruscos con la mandíbula y sentir que pueden romper cosas. Es como una forma de gruñir o manifestar rabia. En este caso, mediante la masticación de alimentos que crujan. También puede ser una forma de “llamar la atención” cuando alguien se siente ignorado o necesitado de ella. 

  • Necesidad de alimentos "blanditos"/esponjosos:
Tipo bizcochos, arroz, pastas…..Muy parecido al apartado de los dulces. Suelen estar presentes en momentos en los que necesitamos un “achuchón o abrazo” emocional/físico y no lo tenemos. Estos alimentos nos compensan esas sensaciones de “abrazos amorosos, gorditos y blanditos”, que en momentos de necesidad podemos estar demandando.


En cualquier caso, esto no es una ciencia exacta, y con ello no quiero señalar que siempre sucedan las mismas necesidades en función de lo que he comentado. Cada persona somos un mundo diferente. Pero a nivel de psiconutrición se han podido establecer bastantes patrones que dan veracidad a todo lo que os he expuesto. Incluso, según la milenaria MTC (Medicina Tradicional China) también fundamenta estos apegos en función del estado energético de la persona. Es decir, si se encuentra muy "yin" (disperso, débil, aplacado, triste...), le apetecerá alimentos de la otra polaridad y extremo muy "yang" (denso, calórico, potente, intenso...) y viceversa. Dado que el cuerpo necesita buscar siempre su equilibrio para sentirse bien.

Una de las consecuencias más extendidas que comentan las personas, tras haber comido algún alimento de este tipo por hambre emocional, es el sentimiento de culpa. Sobre todo por dos motivos principales: por la falta de autocontrol y porque acostumbran a ser alimentos insanos, procesados y muy calóricos. Con lo que, suele derivar en aumentos de peso, una mayor falta de autoestima, sensación de pérdida de control en sus vidas, patologías o trastornos, etc... Pero sin embargo, la "recompensa" de calmar esa necesidad (temporal) que obtienen cuando lo están comiendo, es lo que les genera ese enganche/bucle del que no creen poder salir. 

 Seguro que en algún momento, mientras leías este post, te ha surgido alguna imagen en la cabeza (tuya o de alguien) a la que puedes vincular perfectamente alguno de los tipos de alimentos que he comentado con algún estado anímico asociado. Es algo más frecuente de lo que nos pensamos, pero que es posible trabajar para poder gestionarlo mejor, y definitivamente, eliminar esa creencia de que "no puedo evitar comer X cuando me pasa Y". Ahora ya has visto qué puede estar pasando en tu interior para que te puedan apetecer ciertos alimentos en determinados momentos. Trabajar esas emociones desde el origen va a ser determinante para que logres revertir estas situaciones. 

Si se te apetece comentar, sabes que ...Te leo!. ¿Te identificas con alguna?.

Comentarios

  1. Lo cierto es que nunca había oído/leído nada respecto a esta relación que comentas entre emociones y necesidad de comer algo. Lo cierto es que me parece muy interesante.
    En algún momento si me identifico con alguna de ellas. Lo que no logro entender es como se ha llegado a esa relación. ¿Existen estudios científicos al respecto?. No es por poner en tela de juicio lo que dices, pero si para informarme un poco más. Me has dejado con la miel en los labios.

    Gracias Montse.

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  2. Juan Carlos!,

    Gracias por tu comentario y pregunta. Efectivamente, para muchas personas esta asociación puede parecer chocante. Sobre todo, si no estamos familiarizados con ello. Pero han habido (y cada vez hay más) nutricionistas que han indagado sobre esta cuestión, y hay libros que nos revelan datos más concretos sobre la relación "comida-emociones". De hecho, y a modo muy muy muy resumido, va muy vinculado a nuestro sistema hormonal e inmunitario. La PNI (Psiconeuroinmunología) cada vez aporta más estudios al respecto, aunque hay mucho camino que recorrer aún. Pero básicamente decirte que, nuestro cuerpo fabrica casi la misma cantidad de hormonas en nuestro cerebro como en nuestros intestinos. Y ambos están conectados de esta forma. De ahí que la relación cerebro-intestino es clave. Por lo que, cuidar nuestro sistema digestivo y dieta es fundamental para por ejemplo, la producción de serotonina o dopamina (hormonas encargadas de la sensación de bienestar/emociones placenteras). Si éstas se alteran por una mala calidad intestinal es donde podemos tener desequilibrios no sólo con la comida, sino con otras adicciones. Aunque también influye el apartado genético, por descontado. Pero por ejemplo, la dopamina hace que mentalmente nos genere una recompensa en modo de placer cuando conseguimos algo que queremos, y con respecto a la comida es habitual que tras un día de estrés/agobio, nos queramos "premiar/recompensar" con ese alimento que nos calma.

    No sé si he logrado responderte, es un tema muy complejo y obviamente da para libros enteros.

    Gracias de nuevo!. Un abrazo!

    Montse.

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  3. Ando un poco confundido con el término comida emocional, así que he tenido con investigar. Creo que ya lo he pillado. Pongamos el caso que si llego a casa por la tarde después de nadar y como un poco de fuet a modo de tentempié, podría decirse que es una merienda, en cambio sí me zampo el fuet entero seria comida emocional y de ahí vendría el mal rollo con los diálogos internos, la falta de autocontrol y en consecuencia la falta de autoestima, etc, etc, etc.

    En algunas series o películas recurren a los atracones de dulces o helados para paliar frustraciones de los actores, suele ser una acción recurrente de los guionistas.

    Recuerdo que hace años, muchos años, salí a comprarme un regalo de reyes por navidad, no tenía una idea clara de lo que quería, al final acabe comprándome medio kilo de palmeritas fui a casa y me las comí, no recuerdo sentirme especialmente mal, de hecho creo que lo recuerdo como algo placentero. ¿Soledad, tristeza, falta de amor y autoestima? Buff ¡¡¡, no lo creo o podría ser, a día de hoy qué más da.

    Siempre me han gustado los dulces, ahora los controlo más, he regularizado las comidas y comer dulces aumentaría mi ingesta diaria. Durante muchísimos años mi principal comida han sido las cenas (Muy mal, ya lo sé), aunque así funcionaba, ya se sabe si una cosa funciona no la toques. Desayunaba dos o tres cafés con leche con sacarina, sobre 16.00 h. me comía un bocata bien surtido y después sobre las 21.00 h. cenaba y siempre tenía un dulce y un poco de chocolate para acabar la cena. No tenía malas digestiones, defecaba compacto y como un reloj todas las mañanas. Mi sistema digestivo funciona bien.

    Me cuesta mucho entender que el hambre emocional esté conectada a ciertos alimentos. ¡Lo quiero aquí, ahora y me apetece "esto"!. “Necesidades calóricas, picantes, crujientes, saladas, horneadas, blanditos y esponjosos”. Es como buscarle tres pies al gato. Si pienso en hacer un arroz, entiéndase una paella, mi necesidad es calórica (disfrutar de un buen arroz al punto, gustoso y sabroso) no sentir un achuchón o abrazo. Si no como picantes no es porque no me guste, es porque mi amiga la almorrana saca la cabecita y me saluda, ¿estoy por ello falto de entusiasmo o alegría?.

    No sé, claro que puede existir, no voy a ser el listo….Al escribir, al hablar como al guisar su granito de sal.

    A pasarlo bien¡¡¡

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    Respuestas
    1. Gracias, Santiago!

      Es un tema complejo, como decía. Resumirlo en pocas líneas es aventurado. Pero quédate con que es importante saber "desde dónde necesitamos comer". Influyen nuestros sistemas hormonales, inmune, digestivo y nervioso. Un abrazo!.

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  4. Montse, me han pasado un enlace a una publicación en la que se te menciona en "Código Nuevo". Me alegra ser testigo de tus avances. Siempre adelante!
    Me interesa mucho el tema del hambre emocional. Creo en ello a pie juntillas.

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